La espeleología ha demostrado en la península de Yucatán la existencia de interconexiones entre los cenotes y entre éstos y el mar, evidenciando un verdadero sistema de escurrimiento subterráneo.
Se estima que se producen por el impacto de un meteorito sobre un superficie caliza. Como otras muchas estructuras geomorfológicas, los cenotes son estructuras transitorias, que finalmente pueden terminar rellenos y desecados, pasando a formar parte de lo que se conoce como un paleokarst.
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